31 oct 2014

NOCHE DE ÁNIMAS

La noche de las ánimas siempre ha sido una fecha especial en todas las culturas. En todos los continentes de este planeta, esa noche ha conseguido unir a los pueblos en torno a unos rituales que han perdurado a través de los tiempos. Quizá sea ese intrínseco miedo que le tenemos desde siempre a la muerte el detonante para que, una vez al año, nos atrevamos a mirar cara a cara a la mismísima y temida Parca. 
Dicen que en la noche de difuntos, esa frontera entre la vida y la muerte se abre durante unas horas, y los espíritus de los muertos nos visitan. Es sin duda una metáfora en la que los espíritus representan esa incertidumbre, esas dudas que nos corroen por dentro, al no saber qué será de nosotros cuando llegue el momento de morir. 
Esa perplejidad por lo desconocido, la han sabido trasladar al arte miles de pintores, escritores, etc. Aún recuerdo la primera vez que leí las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, aquella letanía de la rima LXXIII, “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. 
Cuando yo era pequeño, mi abuela Antonia me contaba que cuando ella era joven, había la tradición de subir al cementerio en la noche de difuntos, para rezar, encender velas y mostrar respeto por todos los familiares que ya no están en este mundo. Se escuchaban algunos llantos provenientes de las mujeres que guardaban luto, las conversaciones a media voz de los hombres en la puerta del cementerio, etc. También se comían los dulces típicos de esas fechas. Decía mi abuela que más de una noche pudo ver los fuegos fatuos, que eran, según ella, unas lucecitas brillantes que salían de la tierra donde estaban enterrados los muertos. Ella estaba convencida de que aquellos extraños fuegos eran las almas de los difuntos. En realidad es un fenómeno químico relacionado con varias materias, entre ellas el fósforo, aunque es más bonito pensar que son las almas elevándose. 
Aquella tradición se ha perdido, lamentablemente. Ahora, esa noche tan mágica ha sido profanada por el marketing de Halloween. Todas las tiendas engalanadas con las calabacitas de plástico, telarañas y demás artilugios. Los niños disfrazados llamando a las casas para pedir caramelos al grito de “truco o trato”. Las discotecas organizando fiestorros aprovechando el tirón de la terrorífica noche… 
En fin, los tiempos cambian (a veces a peor) y con ellos las costumbres. Yo soy de la idea de que hay que defender las tradiciones que enriquecen a los pueblos, y desechar las que los empobrecen. Ya me entienden ustedes, ¿verdad? Pues eso. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

23 oct 2014

CON LAS BOTAS PUESTAS

El viernes pasado di una lectura poética en el salón de plenos de Bornos, situado dentro del Castillo Palacio de los Ribera. Un lugar precioso. Dicho recital lo realicé junto al cantautor Manu Lobo, y estaba enmarcado dentro de las presentaciones que estamos realizando con motivo de la publicación de mi nuevo poemario. 
Empezamos allá por el mes de abril, y en todo este tiempo nos hemos recorrido multitud de pueblos y ciudades de nuestra provincia, con la mochila cargada de versos. 
No es fácil publicar un libro y luego tener que moverlo, y si se trata de venderlos ni hablamos. Y es que estos, queridos lectores, son tiempos complicados. 
Yo he tenido la suerte de poder contar, a la hora de dar recitales y presentar el libro, con la ayuda de mis buenos amigos cantautores. Personas que nunca tienen un no cuando se les propone pasar un ratito de poesía y música. Buena gente de la talla de Fernando Polavieja, Luis de Manuela, Alfonso Baro y el antes mencionado Manu Lobo. Ellos, con sus canciones, hacen que todo sea más fácil, creando un ambiente intimista y dando buena compañía a la intrínseca soledad del poeta sobre el escenario. No quiero olvidar a otro amigo al que conozco desde la infancia, y del cual ya les he hablado en esta columna en alguna que otra ocasión. Se trata de Miguel Beltrán Barrero, más conocido artísticamente por Barry. Un pianista con vocación de alquimista musical que funde, como pocos, los versos con las notas para que le lleguen mejor al público. 
Muchas veces lo pienso, y sé que es un lujo poder contar con la maravillosa contribución de todas estas personas (vaya desde aquí mi humilde homenaje), y hacer kilómetros y recorrer lugares con esa ilusión del que sabe que, desde la más absoluta honestidad, está haciendo algo que le apasiona, aunque no gane un sólo euro (más bien todo lo contrario). 
Para concluir, podría citar bastantes anécdotas acaecidas en estos últimos meses, desde actuar en lo alto de una especie de carromato en medio de una plaza, a hacerlo en una caseta de la feria de Jédula (cosas bastante surrealistas), pasando por tener que dar algún recital que otro en pleno brote de la enfermedad de Crohn. Ya saben, hay que morir con las botas puestas, y a mí me gustaría hacerlo agarrando lápiz y papel. Pero sin prisas, que a las misas de réquiem nunca fui aficionado

 Miguel Ángel Rincón Peña 

16 oct 2014

CON EL MAZO DANDO

“La Guardia Civil deja inconsciente a palos a un inmigrante y lo devuelve atado de pies y manos a Marruecos”. Con este titular, publicado por algunos periódicos, se daba a conocer la actuación de la Benemérita en la frontera melillense el pasado día 15 de octubre. Lamentablemente, no es la primera vez que titulares de semejante calibre aparecen en la prensa. Uno siente impotencia al ver (porque también hay videos) cómo se pisotean los Derechos Humanos en nuestro país. 
Con estas actuaciones, la Guardia Civil incumple claramente la Ley de Extranjería, el convenio bilateral con Marruecos e incluso su propio protocolo operativo. Las imágenes que la ONG Prodein ha difundido no dejan lugar a dudas, los agentes españoles incumplen la ley. Recordemos que el coronel de la Guardia Civil que ha dirigido este polémico operativo, Ambrosio Martín Villaseñor, está imputado por ordenar devoluciones en caliente. Las tristemente famosas devoluciones en caliente no son nuevas, pues los Gobiernos del PP y del PSOE llevan efectuándolas desde hace unos 13 años. Estas prácticas son ilegales porque, como decía antes, incumplen la Ley de Extranjería, por la cual, las personas que accedan a España deberán de ser trasladadas a dependencias policiales, donde se les abrirá un procedimiento de expulsión con asistencia letrada e intérprete, y con la posibilidad de solicitar asilo. Con las devoluciones en caliente estos derechos no se respetan. Eso, sin mencionar la “lluvia” de palos que les caen a las personas que intentan saltar la dichosa valla, gentileza de la Guardia Civil al amparo del Ministerio del Interior y del Gobierno de España. 
Por desgracia, el llamado Instituto Armado, también es utilizado de vez en cuando por el Gobierno para otros fines, como la represión del movimiento obrero, estudiantil o simplemente ciudadano. Aunque para esos menesteres ya estén las UIP (Unidades de Intervención Policial). Pero bueno, ese es otro asunto. 
No quisiera concluir este artículo sin mencionar que también hay agentes que cumplen con su deber sin tener que incumplir la ley. Personas con vocación de servicio, dispuestos siempre a ayudar a los demás. Conviene reseñar esto, sobretodo para que no me cojan demasiada antipatía las señoras y señores agentes de Arcos y pedanías. Ya saben que mi crítica es siempre constructiva. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

9 oct 2014

PASEANTES

Con la llegada del otoño comienzan de nuevo mis paseos por el campo. En octubre, empiezan ya a desplomarse las primeras hojas amarillas de los árboles, formando una extensa y crujiente alfombra que da gusto pisar cuando vamos caminando. 
El paseo es una reconciliación con uno mismo, un ejercicio, evidentemente físico, pero también mental. Caminar por algún carril, o campo a través, es una manera de meditación. El paseante (que no tiene nada que ver con esa moderna plaga a la que yo denomino “hombres/mujeres Decathlon”, y que de un tiempo a esta parte inunda tanto el campo como la ciudad) es una persona que busca con sus paseos, estar a solas con la naturaleza y reflexionar sobre lo importante de la vida. También es un observador, un investigador, un curioso. 
Pasear por la ciudad es otra cosa totalmente diferente, aunque también muy recomendable. En otoño, perderse por las callejuelas del centro de alguna ciudad, o caminar por avenidas casi interminables, y observar a la gente y sus prisas, el tráfico, los edificios, las tiendas, los parques, etc. 
Aunque, sin lugar a dudas, el paseo que más me atrae es caminar junto al mar. Ahora que ya los veraneantes han desaparecido totalmente de las playas, ni sombrillas, ni bañistas, ni el ajetreo reinante que en otras fechas lo inunda todo. Sólo nuestras pisadas y el sonido de fondo que produce el mar. Me pasaría las horas muertas mirando el océano, sentado frente a ese inmenso atlántico, hasta que el horizonte, inevitablemente, se trague al Sol. ¡Qué pena no tener el mar más cerca de la sierra! Pero siempre nos quedará el lago, con la silueta de Arcos de la Frontera al fondo, toda una joya para paseantes y fotógrafos. También tenemos a un tiro de piedra el maravilloso sendero del río Majaceite, en El Bosque. Un lugar lleno de magia, donde poder caminar tranquilamente (siempre que no sea fin de semana) o sentarse junto a la orilla a leer un libro, o simplemente mirar el cauce. Muy recomendable es la opción de seguir por el río hasta llegar a Benamahoma, y una vez allí, pedir una tapa y un par de vinos en El Bujío, y vuelta al sendero. Nuestra sierra está plagada de sitios hermosos para pasear tranquilamente. 
¡Ay! Pasear…, casi nadie lo hace ya por mero placer. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

RECUERDOS Y MITOS

Cuando uno llega a una cierta edad, los recuerdos de la infancia se multiplican. Hay quienes los esquivan, huyendo de la posible melancolía, yo en cambio, hago todo lo posible por recordar los detalles, por insignificantes que puedan parecer, de aquella época. Varias veces he plasmado en esta columna retazos de esos recuerdos de la niñez. Este curso, en el que estoy en una clase de Infantil de 3 años, trabajar con ellos está siendo una constante remembranza de la infancia, que -como ya dijera Rilke- es la verdadera patria del hombre. Una imagen, un olor, me transporta de repente a aquella guardería o a aquel colegio donde me enseñaron lo básico para defenderme en este sistema depredador. Cuando se es pequeño uno se crea sus mitos, ya sean musicales, deportivos, etc. Luego pasa el tiempo y descubrimos que los pies de aquellos mitos eran de barro. A los 6 años, yo quería ser futbolista, como Butragueño, y también quería ser legionario, pues a veces, los veía desfilar desde mi balcón. Sirvan estos dos ejemplos para ilustrar esos mitos con pies de barro a los que me refería antes. Entonces mi equipo era el Real Madrid, y años después me desligué totalmente de esa idea, pues comprendí que el fútbol moderno, y sobre todo esa “liga de los ricos”, con equipos construidos desde la chequera, no era deporte, sino puro negocio. Tengo que confesar que desde hace años me gusta el Athletic de Bilbao, pero esa es una larga historia que dejaré para otro momento. 
El ejemplo de la Legión, pues ya se imaginarán, en el momento que pensé un poquito, vi que la realidad de esa fuerza militar era terrible, y que esos desfiles sólo eran la frágil fachada de la casa de los horrores. Sólo hay que consultar la historia para darse cuenta. 
Fíjense, el otro día, los informativos daban la noticia de que 5 legionarios del tercio Alejandro Farnesio con base en Ronda habían sido procesados por torturas en Iraq. Don Miguel de Unamuno tenía razón. 
Y para cerrar este artículo, y ya que estamos con el tema de la infancia, recuerdo que mi madre me llevó a una feria y me subió en unos ponis que daban vueltas y vueltas. Yo me sentí incómodo, las caras de aquellos animales transmitían una inmensa tristeza. El domingo en la Feria de San Miguel volví a ver aquella tristeza en los ojos de los ponis. ¡Qué crueldad! 

Miguel Ángel Rincón Peña.