13 dic 2012

FEÉRICOS #4

El olor a castañas asadas recorría las callejuelas del pueblo. En la pequeña plaza, como todos los años por estas fechas, se instalaba un puestecito en el cual, una señora toda vestida de negro, asaba y envolvía en papel de periódico las castañas que vendería aquella tarde-noche. Justo en frente, en el Ayuntamiento, había reunión de vecinos. El tema a tratar era una serie de hurtos en varias casas de las afueras. Parece ser, según explicaban los indignados vecinos, que los robos se practicaban de madrugada. Los ladrones se colaban en los corrales y se llevaban gallinas, pavos, etc. Al otro extremo de la plaza, el cura oficiaba misa en la pequeña iglesia. Ante unas cuantas feligresas, el anciano párroco daba su sermón diario.
Los primeros clientes aparecían por la plaza en busca de castañas. Era el preludio de la Navidad. 
Mientras tanto, en el interior del bosque se preparaba una inusual reunión. Esa fría noche de mediados de diciembre, se encontrarían en un determinado lugar, protegido por la espesa vegetación, una veintena de ninfas y hadas: Dríades, ninfas de los bosques, Náyades, ninfas protectoras de las fuentes, ríos y lagos, Alseides, ninfas que habitan las flores, Sílfides, hadas de los vientos, Limniades, hadas del fuego, y Lamias, hadas de las cuevas. Era la primera vez que en este bosque se realizaba dicha reunión etérea, así que las demás criaturas feéricas, salieron a vigilar para que ningún humano interrumpiera a las bellas hadas. Los Trasgos vigilaron en las afueras del pueblo, los Rudimes se apostaron en los primeros árboles del bosque, los Unites se fueron a vigilar el río y los Minutes custodiaron las trochas y los senderos cercanos. 
Aquella fue una noche llena de magia, en la cual, las hadas y ninfas bailaron, cantaron e intercambiaron conocimientos. 
Algunos vecinos aseguraron haber visto desde sus ventanas unas extrañas luces saliendo desde el interior del bosque, pero nadie se atrevió a salir. A la semana siguiente, un par de cazadores que se introdujeron en el boscaje, hallaron un curioso y definido círculo, compuesto por varios tipos de hongos de diferentes tamaños.
Las leyendas cuentan que en esas setas toman asiento las hadas en sus reuniones. Aquellos cazadores, sin saberlo, habían encontrado un anillo de hadas, también conocido con diversos nombres: salón de baile de las hadas, cohortes de hadas, corros de ninfas, etc. El bosque entero se encontraba en una armoniosa paz. 

Miguel Ángel Rincón Peña