4 ago 2012

EXITUS LETALIS

Ayer me enteré de que había fallecido hace poco un amigo de la infancia. Un compañero de pupitre al que llevaba sin ver unos veinte años. Al parecer, murió a causa de un cáncer. Terrible y cruel enfermedad, sin duda. 
En cuanto me comentaron lo de su defunción, mi cabeza se puso a mil por hora. La muerte siempre me ha proporcionado muchas horas de pensamiento y reflexión, y se me vinieron a la mente todos los recuerdos que retenía de él, sentado junto a mí en aquellos pupitres de madera, riendo, jugando. Quién le iba a decir entonces que moriría prematuramente a los treinta y pocos años. 
Es algo incómodo, pero, han pensado alguna vez cómo será la muerte. En qué lugar, en qué situación nos encontrará la Parca. Hay quién piensa que es mejor vivir la vida sin preocuparse demasiado por la muerte. Pero no nos engañemos, la Parca afila su guadaña pacientemente. 
Hace poco terminé de ver una serie llamada “A dos metros bajo tierra”. Es la mejor serie de televisión que he visto nunca (me la recomendó mi amigo Antonio Tamayo, uno de mis mejores amigos, aunque nos veamos poco últimamente). Pues en dicha serie se trata el tema de la muerte como algo cotidiano, desde varias perspectivas, no solamente el hecho de ser enterrado o incinerado, sino que muestra todas las emociones y sentimientos que derivan de la muerte. Incluso del negocio que genera. 
Hay tantas preguntas, tantas dudas relacionadas con este tema que algunos se aferran a la fe en Dios. Los que no creemos en la vida después de la muerte, al menos no en esa “vida” que nos prometen las religiones si cumplimos con sus mandamientos y preceptos, la idea de la muerte se nos presenta muy diferente. Es duro y triste ser realista y aceptar que tras nuestro exitus letalis no habrá nada más. En todo caso, nuestra energía seguirá dando tumbos por el espacio exterior o por dimensiones desconocidas. Respecto a esto hay especulaciones para todos los gustos y todas válidas. 
Lo cierto es que uno va perdiendo, poco a poco, a familiares y amigos porque es algo inevitable, y nos vamos dando cuenta de que aquel ser inmortal que nos creíamos en la niñez ha desaparecido con la edad. La fría y dura vida nos golpea a diario como un gran martillo pilón. Así que, mientras respiremos, que no nos quiten la alegría del que está y se siente vivo. 

Miguel Ángel Rincón Peña