30 mar 2010

EL PASTOR

Aprovechando que estoy de vacaciones, esta mañana salí a dar un paseo por el campo. Me perdí por caminos y senderos que hacía mucho tiempo que no recorría. El leve trinar de los pajarillos, el olor a hierba, a tierra, a flores, me inundaba los sentidos. Llegué a una arboleda e hice un alto, bajo un olivo me senté y contemplé la vista. Ante mí se mostraba el tono verde de la hierba temprana y el intenso azul del cielo, con pinceladas blancas de algún destello de nube que intentaba empañar el día, sin conseguirlo.

Al fondo vislumbré un pequeño prado con un rebaño de ovejas. Me acerqué a paso lento, para no asustar a la piara, y me dirigí hacia donde descansaba el pastor, junto a su perro. Saludé cortésmente y entablamos conversación. Me ofreció beber de su bota de vino, a la vez que me comentaba que por fin había llegado el buen tiempo. El buen hombre estaba hasta el gorro de tanta lluvia. Mientras veíamos al rebaño pastar, se me quedó mirando fijamente durante unos instantes y me dijo: “Me parece que yo le he visto a usted en algún sitio, déjeme pensar.” Y estuvo haciendo cavilaciones mientras que yo le comentaba que no sabía de dónde me podría conocer. Hasta que me dijo en voz alta: “Ya está, ya sé dónde le he visto, en el periódico de Arcos.” Al parecer, Paco, el pastor, lee todas las semanas Arcos Información y varios periódicos más. Según él, hay que estar informado de todo lo que pasa en el mundo que a uno le rodea. Y empezó a comentarme con gran acierto algunos de los artículos que había escrito yo recientemente. Me habló de política y de los políticos, de la crisis, del ecologismo, etc. Incluso me habló de poesía y me recitó algunos versos escritos por él. Y entre trago y trago de vino sacó el tema de cómo había acabado de pastor. Es un oficio que a Paco le viene de generaciones, ya su bisabuelo era pastor, a su abuelo lo mataron en la guerra, según él, por ser anarquista. A su padre lo metieron en la cárcel y estuvo en varios campos de concentración hasta que lo dejaron libre tras 4 ó 5 años. Paco aprendió de su padre a ser un buen pastor y una buena persona. También heredó la afición por leer todo lo que caiga en sus manos. ¡Se imaginan a un pastor leyendo a Bakunin, Malatesta, Marx o Kafka, en estos tiempos!

Se acercaba la hora de almorzar y me despedí de aquel pastor que tanto me había sorprendido y volví al camino que me llevaría de vuelta a la civilización, a los coches, al ruido, en definitiva; a la rutina. Atrás quedaba un mundo que desde ahora no dejaré de visitar cada vez que pueda. Vaya esta pequeña columna a todos los “Pacos” que nos rodean y que no logramos ver a simple vista.

Miguel Ángel Rincón Peña